Embajada de Holanda en Berlín, Crítica

La embajada de Los Países Bajos en Berlín es un proyecto difícil de leer o entender con tan solo ver sus fachadas, ya que si sólo la observamos desde afuera no podríamos jamás imaginar todo el intrincado juego de redes y conexiones que existe en su interior y que es, en realidad, lo que hace tan interesante y rico a esta obra.

Al parecer la intención de Koolhaas es la de engañar al observador y al usuario, creando esta fuerte contrariedad entre interior y exterior antes mencionada. De ser así habrá que admitir que lo logra bastante bien y que es un punto muy fuerte dentro de su obra e incluso puede llegar a ser el concepto rector del proyecto, y por eso trataré de describirlo.

En primer lugar nos topamos con un edificio lleno de medios niveles y de losas que jamás tocan las cuatro puntas del cuadrado que forma el edificio, sino que por el contrario las losas se van complementando unas con otras a base de los medios niveles antes mencionados.

En segundo lugar nos encontramos con un laberinto que va desde el primer hasta el último nivel del edificio y que va seperteando alrededor de todos los rincones del mismo, cruzándolo en ocasiones y otras veces incluso asomándose descaradamente por la fachada. Jugando también con los materiales, que a veces se desnudan por completo por medio de cristales y que de pronto se vuelven más discretos con el uso del concreto. En ese mismo juego también entran los desniveles, ya que el recorrido va subiendo hasta la última losa, pero no lo hace de manera continua  ni pareja, sino que, por el contrario a veces usa escalones, otras rampas, o incluso escalones alargados, de tal suerte que la pendiente nunca es la misma en las diferentes partes.

Sin embargo aunque sea este recorrido lo que más llama la atención y probablemente lo que le hizo merecedor del premio Mies van der Rohe en el 2005 , habría que considerar ,qué tan útil y necesario es. Ya que si bien este laberinto está lleno de intenciones arquitectónicas que en el papel suenan muy bonitas y se ven muy bien, es casi seguro que los usuarios toman siempre el elevador para acceder a los diferentes pisos, ya que suena ilógico que estén dando de vueltas por todo el edificio para poder trasladarse de una oficina a otra.

Y por el otro lado parece ser un gran acierto arquitectónico el emplazamiento y el mantener la fachada «discreta» hasta cierto punto, ya que logra compenetrarse bien con su contexto y no saltar tanto, haciendo que un edificio con un interior completamente complejo y vanguardista no resalte tanto en el barrio antiguo en que se sitúa. Esto es una prueba de que es posible lograr proyectos atrevidos en donde sea siempre y cuando se respeten ciertas líneas y puntos que son básicos para el buen entendimiento con los alrededores.

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