Crítica Nuevo Museo Tamayo – Rojkind+BIG

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Parece que comienza a desarrollarse una variante del proyecto arquitectónico cuyo proceso se asimila a la comida rápida o «fast food.» La similitud viene de la complejidad del trayecto formativo (cuantas hamburguesas tienes que intentar antes de que hagas una en menos de un minuto) y la simplicidad del trayecto productivo (que tan fácil y rápido es hacer una hamburguesa habiendo dominado el proceso). En el caso de Bjarke Ingels y de Michel Rojkind, la respuesta es «cientos de veces.» El trayecto formativo de ambos arquitectos ha sido el de  proyectar inumerables obras cuyo destino final fue un render en su página web. Sin embargo, casi simultaneamente, estos arquitectos comienzan a ver su obra siendo construida. La receta en ambos casos ha sido la simplicidad en su trayecto productivo. En el caso de Ingels, lograr explicar de manera que hasta un niño entendería sus proyectos, hace de sus proyectos factibles tanto en un nivel conceptual como en uno constructivo. Con Rojkind, el hecho de que sus proyectos puedan ser proyectados y construidos en menos de tres meses habla de su capacidad de cambiar la tradicional manera de concebir la arquitectura hacia algo más sencillo en su producción pero igual o más complicado en su proceso.

El Nuevo Museo Rufino Tamayo combina estas cualidades y se convierte en un producto fácil de entender (digerir) y fácil de producir (cocinar). Como es el caso en cualquier ejemplo de comida rápida, en el Nuevo Museo Tamayo hay elementos que se ven (o funcionan) mejor en la foto que en la vida real. En este caso, la piel del edificio suena bien en la explicación y se ve bien en la foto, sin embargo, cuando entendemos las limitaciones de su sistema propuesto, vemos que la realidad no es tan buena como la promesa.  No obstante la infactibilidad de la piel, el proceso por el cual se llega a la forma hace que el proyecto valga mucho. La transformación literal de un diagrama a un proyecto arquitectónico no es nada nuevo, pero esto no le quita validez.

Hay que tener cuidado en no consumir este tipo de arquitectura en exceso. Funciona mejor como excepción (premio/capricho) que como pan de cada día ya que corre uno el peligro de hartarse